“Buen día. ¿Alguno sabe si Bauti puede hacer contado con liqui?”, consulta una poderosa empresaria. Su descendiente, menor de edad, está encaprichado en invertir. ¿Por qué no podría hacerlo? Si siempre hace lo que quiere.
Agropecuaria, industrial, comercial o de servicios. No importa cuál sea el origen de la fortuna familiar, el destino suele ser similar. En el desafío de lograr la transferencia del legado y patrimonio a las próximas generaciones, suelen encontrarse ciertos patrones de comportamiento.
El vínculo con el dinero puede brindar mucha información. Según el Psicoanálisis, uno devela una parte esencial de su ser en su posición frente al dinero. Los patrones de consumo, ahorro e inversión pueden exponer los orígenes de esa fortuna. Por la forma en que alguien dispone de su dinero, se puede inferir como lo generó. O en la jerga, “por cómo la gasta, sabés cómo la gana”.
Del abuelo amasador al nieto despilfarrador
Los franceses tienen un dicho que refleja la dificultad del traspaso generacional de las grandes fortunas. “De manga de camisa a manga de camisa en tres generaciones”. El abuelo crea la compañía, el hijo la lleva a su máximo nivel y el nieto, que nació privilegiado, la funde.
“El que la gasta sin piedad es porque no conoció del esfuerzo. El que la amasó sabe lo que le costó y convive con el miedo de volver al origen y perderlo todo. Y de ahí es que se vuelve avaro y medido al momento de gastar”, señala con cierta melancolía la hija de un poderoso empresario. Su papá, a pesar de no haber ni siquiera terminado la primaria, le dejó una gran fortuna al morir.
El avaro de Molière
“Mi papá necesitaba oler los dólares, tenerlos en su mano. Solo por su tranquilidad mental de saber que los tenía y no le iban a faltar. Por otra parte, el dinero le daba ascenso social, como una forma de reconocimiento a todo su esfuerzo”, agrega una segunda generación empresaria.
Scrooge McDuck, más conocido como el Tío Rico, es un famoso personaje de Disney. Solía nadar en un mar de monedas de oro exhibiendo una felicidad por el solo hecho de retener y acumular, desmitificando la idea de que el dinero solo existe en función de lo que puede comprar.
Aversión al riesgo. Resistencia al cambio. Repetir la misma fórmula que hace 50 años lo trajo hasta acá. Lo hizo ser quien es. Así suelen ser los abuelos fundadores. Adictos al trabajo. No conocen de vacaciones ni feriados. No distinguen una Asamblea de Accionistas de un almuerzo familiar. Suelen autodenominase “austeros”; sencillos y sin adornos superfluos.
“Lo que para el abuelo es una virtud, para sus descendientes termina siendo un defecto y un karma”, señala Javier Dulom, especialista en empresas familiares.
Muchos no pueden leer los cambios en su entorno (tecnología) y se aferran a recetas del pasado que se vuelven obsoletas. En su última Asamblea de Accionistas, Warren Buffet ilustró a la audiencia con un llamativo cuadro comparativo. Las 20 compañías más grandes del mundo en 1989, hoy dejaron de serlo.
En un período de cambio de paradigmas como el actual, el desafío de seguir generando valor para las empresas familiares se mantiene vigente. El objetivo es que el patrimonio, el legado y la empresa, trascienda a las próximas generaciones.
“M’hijo el Dotor”
Al conflicto generacional se suma el choque de visiones empresarias. Cuando las segundas generaciones se incorporan a la empresa en muchos casos cuentan con un mayor nivel de estudios que los propios fundadores. Estudian, se perfeccionan y se incorporan con la idea de “cambiar la forma en la que se hacían las cosas”. Buscan mayor profesionalización de los procesos, tratan de llevar a la empresa al próximo nivel e introducen nuevas herramientas financieras como el endeudamiento. Hasta entonces, la mayoría de las empresas solo crecen gracias a la reinversión de utilidades. Gracias al perfil “avaro” del abuelo fundador.
Sin embargo, no todos los “hijos” que se incorporan a la compañía suelen ostentar el mismo perfil. “Hijos mayores e hijos menores de una misma familia, parecen de generaciones diferentes. Al hijo mayor es a quien más se exige, mientras que con el menor los padres ya están de vuelta”, sentencia quien maneja grandes fortunas a través de la banca privada.
Gammers, Instagrammers o Youtubers
“Criamos niños frágiles sin tolerancia a la frustración. Perciben muchas cosas como si se trataran de derechos adquiridos. Pero como todo en la vida lo que fácil viene, fácil se va”, señala una mamá preocupada. El nieto, ¿estará a la altura de mantener la empresa que su abuelo supo construir?
El crecer en la abundancia muchas veces implica no saber administrar la escasez. Así es como las terceras generaciones sin visión de negocios, suelen ser las responsables de despilfarrar las grandes fortunas.
“La gestión de recursos escasos depende claramente de la educación. Cuanto más bajo es el extracto socio cultural del que proviene originalmente, cuando la ‘guita’ más rápido se haga, si no acompaña la educación, más rápido se la patinarán los descendientes Así es como muchas empresas cierran el círculo, del abuelo fundador al nieto fundidor”, reflexiona un oficial de banca privada.
“Outliers” que rompen promedios
Primeras generaciones austeras. Segundas profesionales. Terceras despilfarradoras. Son solo estereotipos. Cuando uno habla de promedios, hace referencia a un número que busca simplificar una realidad. Siempre hay individuos por arriba y por debajo de ese promedio.
Así lo ilustraba el entrañable Profesor Víctor Elías una mañana de otoño, 20 años atrás. Explicaba a sus alumnos, con esa claridad monumental y simpleza que lo caracterizaba, el concepto de “outliers”. Los “outliers” son observaciones anormales y extremas que pueden afectar la estimación de parámetros, como por ejemplo, el promedio.
Esos “outliers”, o “fuera de serie”, existen y vienen a romper los estándares. Bien reza el dicho popular. “En el mar de los promedios, se ahogan los enanos”.
Y ud, ¿está por arriba o por debajo de ese promedio?
Regina Martinez Riekes
(Originalmente publicada en La Gaceta)