Cuando hablamos de déficit en Argentina, el fiscal siempre aparece en el podio de los “ganadores”. Surge de la diferencia entre los ingresos y gastos del estado. Sin ir más lejos, en Mayo el Sector Público Nacional registró un déficit primario por encima de los 611 millones de pesos y un déficit financiero de 708 millones, según los últimos datos publicados por el Ministerio de Economía.
Sin embargo, al desequilibrio fiscal ya conocido, se le suma un nuevo fantasma: el DÉFICIT CUASIFISCAL. Este surge cuando el estado de resultados del Banco Central arroja un saldo negativo. Es decir, cuando los pasivos de la entidad crecen por encima de los activos.Conceptualmente, los pasivos están compuestos por una parte que no devenga intereses y por otra que sí. Esta última, más conocida como pasivos remunerados, se representa en su mayoría por las famosas Leliqs.
Las letras de liquidez del Banco Central, en el mes de junio, representaron en promedio el 71% del total de la deuda remunerada del Banco Central. Se trata de títulos emitidos por el BCRA, denominados en pesos, tienen un plazo que se extiende hasta los 28 días y se licitan diariamente. A diferencia de las LEBAC, introducidas en la gestión de Macri, que podían ser adquiridas por cualquier inversor, las Leliqs sólo pueden ser operadas por los bancos. Conforman una herramienta de control monetario, donde su principal objetivo, en “teoría”, es administrar la cantidad de pesos en la economía y de tal manera, controlar el tipo de cambio (desalentar la demanda de dólares) y evitar una aceleración de la inflación. A su vez, por la emisión de estas letras, el BCRA tiene que pagar una determinada tasa de interés a los compradores (BANCOS), cuyo costo se está haciendo cada vez más alto.
En el marco del acuerdo con el FMI, uno de los puntos más importantes implicaba que el Gobierno Nacional se comprometiera a lograr tasas de interés reales positivas en la economía, es decir, que las colocaciones en pesos rindan por encima de la inflación. Con la realidad golpeando la puerta, vemos que esta dinámica se complica. La aceleración que tuvo la inflación en este 2023 llevó a un mayor endurecimiento de la política monetaria, que, tras varias subas en las tasas de interés, dejó la TNA de los plazos fijos en pesos en un 97%.
En esta disyuntiva de tratar de mantener la tasa de interés lo suficientemente alta para sostener las inversiones en pesos y reducir la tentación de dolarizar carteras, observamos que el BCRA encarece su propia deuda dado que implica la renovación continua de sus pasivos y para eso es necesario retornos cada vez más atractivos.
En definitiva, el Banco Central tiene hoy en sus manos una bomba en cuenta regresiva, cuyos segundos parecen estar contados.
Florencia Belén Linares.